Mandarinas caídas
En Mandarinas caídas, el espectador se encuentra con una escena que mezcla serenidad y dinamismo. Un jarrón de cristal, delicadamente tumbado, se convierte en el punto de fuga para unas mandarinas que parecen deslizarse hacia la libertad. La combinación de acrílico en la base de la pintura y el acabado en óleo aporta profundidad y textura, logrando un contraste sutil entre la transparencia del vidrio y la calidez de las frutas.
Este cuadro no solo capta un instante cotidiano, sino que también sugiere un momento de ruptura, de movimiento inesperado, casi como si la gravedad y el tiempo hubieran decidido jugar. Las mandarinas parecen narrar una historia de plenitud, naturaleza y el equilibrio frágil entre el orden y el caos.
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